martes, 27 de enero de 2009

REINO DEL HADES




El Tártaro era un tenebroso lugar gobernado por Hades.

Para llegar hasta los Infiernos había que atravesar la laguna Estigia. Cuando los muertos llegaban allí, eran recogidos por un barquero, Caronte, que les cruzaba hasta la otra orilla cobrándoles una moneda de oro.

Por eso los griegos y romanos enterraban a sus muertos con una moneda dentro de la boca, que les serviría para pagar este pasaje.

Después de cruzar el río, aparecía la puerta del Hades custodiada por el Can Cerbero, un perro que tenía tres cabezas. Cerbero impedía la entrada de los vivos y la salida de los muertos, aunque hay excepciones.

Una vez dentro, el recién llegado era juzgado: o bien se le condenaba a vagar en las tinieblas infernales como una sombra triste y olvidada, o bien disfrutaba de una eterna primavera en los Campos Elíseos.

Cerca del Tártaro estaban las Furias, terribles seres encargados de hacer cumplir los castigos de los condenados. También estaban las Parcas, tres hermanas que tenían los hilos del destino de los hombres.


PROMETEO


Prometeo era hermano de Atlas, Menecio y Epimeteo. No tenía miedo a los dioses, y ridiculizó a Zeus al sacrificar un buey que dividió en dos partes: en una puso la piel y la carne, que escondió en el vientre del buey y en la otra puso los huesos pero los cubrió de grasa. Le dijo a Zeus que eligiera una parte para que los dioses se la comieran. Zeus eligió la parte que estaba recubierta de grasa y se enfadó cuando vio que solo eran huesos. Por ello, Zeus privó del fuego a todos los hombres. Prometeo decidió robarlo así que fue al monte Olimpo, lo cogió y lo devolvió a los hombres.

Zeus decidió castigar a Prometeo y mandó a Hefesto crear una mujer de arcilla para luego darle vida y enviarla a Epimeteo, el hermano de Prometeo.

Pandora, que así se llamaba la mujer, llevaba una caja llena de terribles males que no podía abrirse. Prometeo le dijo que se desiciese de ella, pero Epimeteo no lo hizo, ya que se había enamorado. Pandora abrió la caja y los males se extendieron por el mundo. Así se vengó Zeus de los hombres.

Prometeo fue encadenado en una montaña alta donde un águila le devoraría el hígado poco a poco. Como Prometeo era inmortal, el hígado le crecía cada día, por lo que su sufrimiento era eterno y muy doloroso.

Después Heracles, hijo de Zeus, liberó a Prometeo.